lunes, septiembre 10, 2007

Somos exitosos porque comemos almidón

El almidón "estimuló la evolución"

BBC Ciencia

Papas
El británico promedio come 500 papas medianas cada año.

La habilidad humana para digerir alimentos con alto contenido de almidón como las papas, podría explicar el éxito del homo sapiens en el planeta, sugiere un nuevo estudio genético.

En comparación con los primates, los humanos tienen muchas más copias de un gen esencial para descomponer los almidones, informó la publicación Nature Genetics.

Los almidones son ricos en calorías y éstas, a su vez, pueden haber sido cruciales para la alimentación y desarrollo del cerebro humano haciéndolo más grande, señalan los autores del informe de la Universidad de California en Santa Cruz.

Previamente, los expertos se habían preguntado si la carne en la dieta era la respuesta al éxito de la raza humana en el planeta.

Comida para el cerebro

Sin embargo, el doctor Nathaniel Dominy -responsable del estudio- y sus colegas señalan que esto no es probable.

Creer que hace dos o cuatro millones de años, un animal de cerebro pequeño y torpemente bipedal podía adquirir alimentos de una forma eficiente, incluso hurgando en la basura, no tiene sentido
Dr. Nathaniel Dominy, Universidad de California

"Incluso cuando se observa a hombres modernos que son cazadores y recolectores, la carne constituye relativamente sólo una pequeña fracción de su dieta".

"Creer que hace dos o cuatro millones de años, un animal de cerebro pequeño y torpemente bipedal podía adquirir alimentos de una forma eficiente, incluso hurgando en la basura, no tiene sentido", añadió.

Los expertos descubrieron que los humanos tienen copias adicionales de un gen, denominado AMY1, que es esencial para producir la enzima amilasa en las glándulas salivares, que participa en la digestión del almidón.

Beneficio

Posteriormente, el equipo estudió grupos humanos con diferentes tipos de dietas y encontró que aquellos con dietas con alto contenido de almidones presentaban una tendencia a poseer más copias de AMY1, que los individuos de poblaciones con dietas bajas en almidón.

Evolución
Los humanos tienen una mayor capacidad craneal que otros primates.

Por ejemplo, los yakutos -un grupo de etnia turca- del Ártico, cuya dieta tradicional consiste en pescado, tenían menos copias de AMY1 que los japoneses , cuya dieta incluye comidas con alto contenido de almidón como el arroz.

Los investigadores creen que nuestros primeros ancestros humanos comenzaron a buscar nuevas fuentes de alimento más allá de las frutas maduras que comían los primates.

Estas nuevas fuentes eran alimentos con alto contenido de almidón, que se encontraban en plantas en la forma de tubérculos y bulbos,y eran versiones de alimentos modernos como zanahorias, papas y cebollas.

En el estudio realizado este año, el equipo encontró que los animales que comían tubérculos y bulbos producían tejido corporal con un patrón químico que coincidía con el que había sido medida en humanos prehistóricos fosilizados.

El doctor Dominy indicó que cuando los humanos prehistóricos dominaron el fuego, la cocina de vegetales con contenido de almidón pudo haber facilitado su consumo.

Al mismo tiempo, estos pudieron haber producido genes AMY1, un rasgo aún más valioso.

"Nosotros asamos tubérculos, y comemos papas fritas y horneadas. Cuando cocinamos, podemos permitirnos comer menos en general ya que la comida es fácil de digerir".

Especulación

El profesor de filosofía de la ciencia en la Universidad de Exeter en el Reino Unido, John Dupré, recomendó cautela al interpretar los resultados.

Dupré dijo que era imposible concluir que la introducción de alimentos con alto contenido de almidón en la dieta está detrás de la aparición de cerebros más grandes en humanos.

"Muchas cosas difieren entre nosotros mismos y nuestros familiares cercanos y aparte de la dificultad de establecer los lugares relativos en la secuencia de la evolución de cualquiera de ellos, la suposición de que existe un solo factor fundamental para ese cambio es dudoso.

"Los resultados en los genes con la enzima amilasa son muy interesantes, y apuntan hacia algo que estamos comenzando a apreciar más ampliamente -la plasticidad funcional del genoma", concluyó.




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