lunes, junio 18, 2018

La Dorian Gray de Computación



Acabo de conseguirme en la panadería a un personaje de una de las historias que suelo contar. Está muy viejita, es increíble, ahora es una anciana cuando hasta hace poco tiempo no lo era. Yo le llamo la Dorian Gray de Computación.
La conocí porque estudió conmigo. No voy a mencionar su nombre aunque la mayoría de los que hemos pasado por la escuela, al menos en sus primeros 40 años la conoce aunque sea de vista. Generalmente de vista porque no habla mucho, es una persona muy tímida. Muy indiada tanto en rasgos como en carácter.
Ella era estudiante cuando yo era estudiante y también cuando era profesor. Le costaba mucho pasar las materias, pero como no se veía tan vieja, pensaba que era más o menos contemporánea conmigo. Un poco mayor, pero no tanto. La sorpresa me la llevé cuando en el fatídico consejo de escuela en el que no la dejaron seguir estudiando, me enteré que tenía 34 años en la carrera. Exactamente mi edad en ese momento. Había estudiado con mis alumnos y también con mis profesores y hasta con algunos de los profesores de mis profesores. Luego de 34 años de estudios ya estaba haciendo la tesis. A mi no me pareció humano que le impidieran terminar su sueño después de haber intentado durante tanto tiempo y estando tan cerca de lograrlo. La jefa mostró su kardex en el consejo, un kardex de muchas páginas y habló de manera burlona y hasta despectiva. Pienso que debió haber hablado con ella primero y advertirle, darle un plazo por lo menos antes de negar su reincorporación así no más.
A veces pienso que el problema de la jefa era que no soportaba la idea de que otra persona hubiera descubierto el secreto de la eterna juventud en los estudios.  Que una se mantuviera jóven y la otra no, a pesar de los evidentes y hasta ridículos intentos.
Apenas días después de dejar de estudiar, me encontré a la hasta ese momento eterna estudiante vagando sin rumbo muy envejecida. En días había envejecido más que en años.  Y hoy, 10 años después, es ya una anciana.

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