El Telecorazón de la vergüenza
Artículo de opinión de Armando Carías en torno al evento realizado en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela el pasado fin de semana, que degradó al simbólico espacio hasta el punto de convertirlo en un lugar más para realizar "shows" televisivos al estilo de Sábado Sensacional.
Armando Carías
Martes, 9 de Dic de 2008. 10:26 am
No voy a referirme a la patética Maite Delgado anunciando a “Franco y Oscarcito” prestos al perréo de un reguetón bajo las Nubes de Calder, tampoco al agravio a los espacios que fueran diseñados por Villanueva para fines más nobles que una bailanta disfrazada de causa benéfica, ni siquiera daré testimonio de las talanqueras colocadas en plena Plaza Cubierta del Rectorado para conducir a “la fanaticada” al templete mediático montado en el Aula Magna por alguien que, seguramente, entraba a ella por primera vez.
El anecdotario del bochorno ucevista lo dejaré para otro momento.
Prefiero invertir los caracteres de esta nota en una sencilla solicitud dirigida a quienes, en este momento, tienen la responsabilidad de conducir el destino de la Universidad Central de Venezuela: señoras y señores autoridades universitarias, por favor, por lo que más quieran, por lo que de ucevistas puedan tener; no sigan maltratando el alma de esta madre que a tantos y a tantas nos ha cobijado, no sigan exponiéndola a más humillaciones, no sigan burlándose de su historia , no continúen con el atropello a la nobleza de su misión, no sigan avergonzándola delante de sus hijos. Deténganse, se los ruego.
Todo esto lo escribo tras salir del concierto navideño presentado por nuestra Orquesta Sinfónica Municipal, el domingo 6 de diciembre, en el Aula Magna de la UCV.
Dije antes “bochorno ucevista” y quienes lo sufrieron de manera directa y visible para quienes allí estabamos, fueron, precisamente los maestros de la Orquesta y su director, Rodolfo Saglimbeni, ubicados sin el más mínimo respeto bajo una avasallante estructura de metal que, la noche anterior y el mismo domingo en la tarde, serviría para sostener la batería de luces que “daría realce” a los nada insinuantes tongoneos del cuerpo de baile que acompañó a Luis Fonsi, Elvis Crespo y otras “atracciones internacionales” del “Telecorazón”.
Para ser más gráfico: imagínese usted instalados en el escenario del Aula Magna toneladas de tubos, kilómetros de cables, cientos de reflectores de gran tamaño, telones y equipos de proyección, máquinas de humo y de efectos especiales, una gran pantalla al fondo y varios cuerpos de tarimas, todo eso utilizado para el “show televisivo” de la noche anterior…
Ahora, imagínese además ¡una orquesta! Más de sesenta músicos con sus respectivos instrumentos en medio de un dispositivo que no tenía nada que ver con ellos ni con un concierto navideño… ¿Ya se lo imaginó? Bueno, eso sucedió el domingo ante la mirada complaciente de unas autoridades que han puesto el Aula Magna al servicio del mejor postor, de los empresarios del negocio del espectáculo, de los humoristas que se han hecho millonarios diciendo que este país está en la ruina, de las transnacionales de la fritanga y el colesterol que han instalado sus ventorrillos frente a la Biblioteca Central, de los telecajeros que le disputan los espacios a las obras de Vasarely y Mateo Manaure, de las multinacionales de la comunicación, cuyas “anfitrionas” identificadas con una M fosforescente en la franela son quienes dan la bienvenida a una sala que, en tiempos de mayor cordura y sensibilidad en su programación, fuera considerada la más prestigiosa del país y una de las mejores del mundo.
¿Cómo puede entenderse tanta inconsciencia y tanto desamor hacia un recinto que debería ser el más celado lugar del “campus” ucevista?, ¿quién ó quienes están tomando decisiones que violentan de modo tan soez la naturaleza de un espacio que representa la majestad y la pureza de la institución universitaria?, ¿por qué tanto atropello y tanto desprecio hacia los estudiantes y hacia los grupos artísticos de la propia Universidad, que deben mendigar una fecha para presentarse en espacios que les son naturales, mientras que el “showbusiness” se ve favorecido con temporadas y ensayos que ¡nunca! (y lo digo con propiedad) les fueron concedidos a los artistas universitarios?
Un dato: para presentar el “Telecorazón” del domingo 6 de diciembre en el Aula Magna, la Dirección de Cultura de la UCV le “voló” al Orfeón Universitario y a la Estudiantina el concierto navideño programado desde hacia meses para esa misma fecha en ese lugar, ¿qué tal?
Tiene significación el detalle, sobretodo si consideramos que el Orfeón, no solo es patrimonio cultural de la nación, sino uno de los grupos emblemáticos de la Universidad Central de Venezuela, y que el actual Director de Cultura, Raúl Delgado Estévez, creador sensible y comprometido en la defensa de nuestros valores, fue su director hasta hace pocos años.
¿Qué significa todo ésto?
Significa, triste es reconocerlo, que la Universidad Central de Venezuela, es hoy un lugar en donde los sueños dejaron de florecer, en donde las boinas azules de sus estudiantes dieron paso al conformismo burgués de una dirigencia que mordió la carnada neoliberal y cuya principal motivación no es ese “canto infinito de paz”, sino la expectativa de un título que le abra las puertas del mercado, de la competencia, del capitalismo salvaje en forma de primer empleó.
Por eso, cuando el domingo veíamos y escuchábamos a la Sinfónica Municipal interpretando hermosamente todas esas piezas que nos hablaban de un renacer de la esperanza, de la redención y de la llegada de un Mesías, para nada eso nos cuadraba con un recinto en el que todo evidencia que allí, en la UCV, lo que se respira es la más reaccionaria y recalcitrante ideología capitalista…. la misma que al momento de decidir entre un concierto del Orfeón Universitario, y un “show” televisivo, o en el trance de optar entre las ganancias de una tarde de farándula y el trato digno a la orquesta de la ciudad; no lo piensa dos veces y somete a dos instituciones patrimoniales-orquesta y Orfeón- al maltrato y a la postergación.
Total, la cultura no da “raiting” político.
El anecdotario del bochorno ucevista lo dejaré para otro momento.
Prefiero invertir los caracteres de esta nota en una sencilla solicitud dirigida a quienes, en este momento, tienen la responsabilidad de conducir el destino de la Universidad Central de Venezuela: señoras y señores autoridades universitarias, por favor, por lo que más quieran, por lo que de ucevistas puedan tener; no sigan maltratando el alma de esta madre que a tantos y a tantas nos ha cobijado, no sigan exponiéndola a más humillaciones, no sigan burlándose de su historia , no continúen con el atropello a la nobleza de su misión, no sigan avergonzándola delante de sus hijos. Deténganse, se los ruego.
Todo esto lo escribo tras salir del concierto navideño presentado por nuestra Orquesta Sinfónica Municipal, el domingo 6 de diciembre, en el Aula Magna de la UCV.
Dije antes “bochorno ucevista” y quienes lo sufrieron de manera directa y visible para quienes allí estabamos, fueron, precisamente los maestros de la Orquesta y su director, Rodolfo Saglimbeni, ubicados sin el más mínimo respeto bajo una avasallante estructura de metal que, la noche anterior y el mismo domingo en la tarde, serviría para sostener la batería de luces que “daría realce” a los nada insinuantes tongoneos del cuerpo de baile que acompañó a Luis Fonsi, Elvis Crespo y otras “atracciones internacionales” del “Telecorazón”.
Para ser más gráfico: imagínese usted instalados en el escenario del Aula Magna toneladas de tubos, kilómetros de cables, cientos de reflectores de gran tamaño, telones y equipos de proyección, máquinas de humo y de efectos especiales, una gran pantalla al fondo y varios cuerpos de tarimas, todo eso utilizado para el “show televisivo” de la noche anterior…
Ahora, imagínese además ¡una orquesta! Más de sesenta músicos con sus respectivos instrumentos en medio de un dispositivo que no tenía nada que ver con ellos ni con un concierto navideño… ¿Ya se lo imaginó? Bueno, eso sucedió el domingo ante la mirada complaciente de unas autoridades que han puesto el Aula Magna al servicio del mejor postor, de los empresarios del negocio del espectáculo, de los humoristas que se han hecho millonarios diciendo que este país está en la ruina, de las transnacionales de la fritanga y el colesterol que han instalado sus ventorrillos frente a la Biblioteca Central, de los telecajeros que le disputan los espacios a las obras de Vasarely y Mateo Manaure, de las multinacionales de la comunicación, cuyas “anfitrionas” identificadas con una M fosforescente en la franela son quienes dan la bienvenida a una sala que, en tiempos de mayor cordura y sensibilidad en su programación, fuera considerada la más prestigiosa del país y una de las mejores del mundo.
¿Cómo puede entenderse tanta inconsciencia y tanto desamor hacia un recinto que debería ser el más celado lugar del “campus” ucevista?, ¿quién ó quienes están tomando decisiones que violentan de modo tan soez la naturaleza de un espacio que representa la majestad y la pureza de la institución universitaria?, ¿por qué tanto atropello y tanto desprecio hacia los estudiantes y hacia los grupos artísticos de la propia Universidad, que deben mendigar una fecha para presentarse en espacios que les son naturales, mientras que el “showbusiness” se ve favorecido con temporadas y ensayos que ¡nunca! (y lo digo con propiedad) les fueron concedidos a los artistas universitarios?
Un dato: para presentar el “Telecorazón” del domingo 6 de diciembre en el Aula Magna, la Dirección de Cultura de la UCV le “voló” al Orfeón Universitario y a la Estudiantina el concierto navideño programado desde hacia meses para esa misma fecha en ese lugar, ¿qué tal?
Tiene significación el detalle, sobretodo si consideramos que el Orfeón, no solo es patrimonio cultural de la nación, sino uno de los grupos emblemáticos de la Universidad Central de Venezuela, y que el actual Director de Cultura, Raúl Delgado Estévez, creador sensible y comprometido en la defensa de nuestros valores, fue su director hasta hace pocos años.
¿Qué significa todo ésto?
Significa, triste es reconocerlo, que la Universidad Central de Venezuela, es hoy un lugar en donde los sueños dejaron de florecer, en donde las boinas azules de sus estudiantes dieron paso al conformismo burgués de una dirigencia que mordió la carnada neoliberal y cuya principal motivación no es ese “canto infinito de paz”, sino la expectativa de un título que le abra las puertas del mercado, de la competencia, del capitalismo salvaje en forma de primer empleó.
Por eso, cuando el domingo veíamos y escuchábamos a la Sinfónica Municipal interpretando hermosamente todas esas piezas que nos hablaban de un renacer de la esperanza, de la redención y de la llegada de un Mesías, para nada eso nos cuadraba con un recinto en el que todo evidencia que allí, en la UCV, lo que se respira es la más reaccionaria y recalcitrante ideología capitalista…. la misma que al momento de decidir entre un concierto del Orfeón Universitario, y un “show” televisivo, o en el trance de optar entre las ganancias de una tarde de farándula y el trato digno a la orquesta de la ciudad; no lo piensa dos veces y somete a dos instituciones patrimoniales-orquesta y Orfeón- al maltrato y a la postergación.
Total, la cultura no da “raiting” político.
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