martes, octubre 28, 2008

¿Cuál será mañana la política international de Estados Unidos?

Por: Michel Collon
¿Cuál será mañana la política international de Estados Unidos?
Después de Bush todos esperamos un cambio o bien nos tememos los peor. ¿McCain u Obama? ¿En qué cambiarán las elecciones la situación de Iraq, Afganistán, Palestina, África, el Cáucaso, Cuba o Venezuela? ¿Y las relaciones con las grandes potencias, Europa, Japón, Rusia, China?.
No creemos que la política internacional de Estados Unidos se decida en la Casa Blanca. De hecho, la elite estadounidense está dudando actualmente sobre la estrategia que se va a seguir en los próximos años. En este texto se analizan las dos opciones que se le ofrecen. La crisis económica hace que la pregunta sea aún más candente: ¿cómo hará Estados Unidos para seguir siendo la superpotencia que domina el mundo?

Este texto es un extracto de nuestro libro Los 7 pecados de Hugo Chavez (capítulo 11: Estados Unidos, el oro negro y las guerras de mañana), de próxima aparición. En las páginas anteriores se explican las razones del ascenso y posterior declive de Estados Unidos. Investig’Action considera necesario publicar ya este extracto para arrojar algo de luz sobre los actuales debates acerca de las elecciones en Estados Unidos…

El fracaso de Bush
¿Qué balance se puede hacer de esta guerra global que la administración Bush ha llevado a cabo a partir del 11 de septiembre? Negativo. Prácticamente en todas partes…

En Afganistán e Iraq Estados Unidos desencadenó sendas guerras que ha sido incapaz de ganar y que no ganará nunca. A Bush le hubiera gustado emprender una tercera contra Irán, pero al estar demasiado debilitado tuvo que renunciar a ello. El objetivo de esta guerra era asegurar a Washington el control del petróleo. En cinco años su precio ha pasado de 25 dólares a más de 100 dólares, lo que ha tenido unas consecuencias muy negativas para la economía estadounidense y mundial.
En América del Sur Estados Unidos ha perdido total o parcialmente el control de casi todas sus colonias: Venezuela, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Paraguay, Argentina y Brasil. En el momento de escribir estas líneas sólo le quedan Perú, Chile y Colombia.
También en África la resistencia se ha marcado tantos. El Congo de Kabila se ha negado a ponerse de rodillas. Y cuando Washington buscaba dónde instalar el centro de su nuevo mando militar Africom, todos los países declinaron educadamente.

Igualmente, en el sur de Asia a un grupo de estrategas estadounidenses les preocupaba recientemente el ascenso de las resistencias en todas la región y proponía reforzar la ‘capacidad de proyección’ de Estados Unidos en el sur de Asia. En su jerga esto quiere decir los medios de organizar el desembarco de militares, bombardeos o apoyo a golpes de Estado. Pero se apresuraron a señalar que debido a la impopularidad de Estados Unidos en esta región sería imposible encontrar un país que pudiera acoger la sede de esta fuerza estadounidense (1).

La política de Bush ha provocado resistencias incluso entre los aliados europeos. Así, en la cumbre de la OTAN en Bucarest del pasado mes de abril George Bush reclamó una nueva expansión para integrar en esta ocasión a Ucrania y Georgia, dos pistolas que apuntan a Rusia. Pero sufrió la negativa firme y pública de Alemania, Francia, España, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo, poco deseosos de enemistarse con Moscú, su suministrados de gas. Steve Erlanger y Steven Lee Myers, dos analistas cercanos al Pentágono, vieron en ello «un notable fracaso de la política de Estados Unidos en una alianza normalmente dominada por Washington» (2).

En Rusia, precisamente, el tono está subiendo. Moscú se niega a que se instale en el continente europeo unas armas que Estados Unidos llama escudo antimisiles: «Si una parte del potencial nuclear de Estados Unidos está en Europa (...), tendremos que tener unos objetivos en Europa» (3). Además, en mayo de 2008 Rusia probó un nuevo misil intercontinental de cabezas múltiples «en respuesta a los actos unilaterales e infundados de nuestros socios», declaró Putin. Sin embargo, Washington asegura que el escudo antimisiles no se dirige contra Rusia, sino sólo contra Estados como Irán. Pero Putin replica: «ningún misil iraní tiene tanto alcance, así que es evidente que esta novedad también nos concierne a nosotros, los rusos» (4).

China, como Rusia, tampoco dio marcha atrás ante las múltiples presiones y campañas organizadas por Washington.

La elite estadounidense se divide
Hace diez años Zbigniew Brzezinski, ex-consejero del presidente Carter y el estratega más importante de Estados Unidos, publicó El gran tablero de ajedrez, una especie de libro de instrucciones sobre «Cómo seguir siendo la única potencia que domina el mundo» (5). Con la brutalidad de quien ya no está en el poder, en este libro explicaba que era imperioso que Washington debilitara no sólo a sus rivales, Rusia y China, sino también a Europa y Japón, y que les impidiera aliarse entre sí. Divide y vencerás.

¿Que nota se podría poner hoy en día a George Bush basándonos en los criterios definidos por Brzezinski? ¿Ha conseguido debilitar a las grandes potencias rivales? Notable en relación a Japón, bien (por ahora) en lo que concierne a la Unión Europea, pero suspendido en lo que concierne a Rusia y muy deficiente en lo que concierne a China.

Bush ha provocado globalmente tantas resistencias que el dominio de Estados Unidos se ha debilitado. Los sectores que le habían llevado al poder (armamento, petróleo, automóvil, defensa, farmacéuticas) constatan que las guerras de Bush no han aportado ni grandes beneficios ni nuevas zonas de explotación. De hecho, han costado más que los beneficios aportados. Y la administración Bush ha demostrado ser un pequeño círculo restringido que piensa mucho cómo llenarse personalmente los bolsillos pero que es incapaz de tener sutileza táctica y una verdadera visión a largo plazo.

Una vez que el fracaso ha resultado evidente se ha exacerbado las divisiones en el seno de la elite estadounidense, e incluso de la administración Bush. A partir de 2006 los neocons han tenido que ceder el terreno. Han tenido que aceptar que el ministro de la Guerra, Donald Rumsfeld, sea sustituido por Robert Gates, un hombre de la Trilateral y de la tendencia Brzezinski. En un discurso pronunciado ante los alumnos de la Academia Militar de West Point el nuevo ministro en cierto modo aceptó la debilidad del militarismo estadounidense: «No combatan a menos que se vean obligados a ello. Nunca combatan solos. Y nunca combatan durante mucho tiempo» (6). Tiempo después la comisión bipartita Baker-Hamilton condenó el intento de Bush de remodelar el ‘Gran Oriente Próximo’ por no ser realista y recomendó, por el contrario, un enfoque más táctico respecto a Siria e Irán.

Incluso en el seno de los servicios secretos y del ejército se han desencadenado varias revueltas. En diciembre de 2007, cuando Bush quiso preparar un ataque contra Irán bajo el pretexto clásico de las armas de destrucción masiva, dieciséis servicios de inteligencia estadounidenses sorprendieron a todo el mundo publicando un informe donde constataba que al menos desde 2003 Irán había suspendido su programa nuclear.

«El declive de Estados Unidos es inevitable»
(Zbigniew Brzezinski)
Brzezinski proponía en su libro una estrategia agresiva y maquiavélica para salvar al Imperio estadounidense. Pero, ¿cree él mismo que funcionará? Por muy sorprendente que parezca, la respuesta es no.

«A largo plazo la política global está condenada a hacerse cada vez menos propicia a la concentración de un poder hegemónico en las manos de un solo Estado. Por lo tanto, Estados Unidos no sólo es la primera superpotencia global, muy probablemente será la última» (p. 267).
La razón se debe a la evolución de la economía: «El poder económico también corre peligro de dispersarse. En los próximos años ningún país será susceptible de alcanzar aproximadamente el 30% del PIB mundial, cifra que Estados Unidos ha mantenido durante la mayor parte del siglo XX, por no hablar de la barrera del 50% que alcanzó en 1945. Según ciertos cálculos, Estados Unidos todavía podría detentar el 20% del PIB mundial a finales de esta década para caer a un 10-15% de aquí a 2020, mientras que las cifras de otras potencias (Europa, China, Japón) aumentarían para igualar de forma aproximada el nivel de Estados Unidos. (…) Una vez que se haya iniciado el declive del liderazgo estadounidense, ningún Estado aislado podrá asegurar la supremacía de la que goza hoy Estados Unidos» (p. 267-8).

«Una vez que se haya iniciado el declive del liderazgo estadounidense». Por lo tanto, Brzezinski no habla de una posibilidad, sino de una certidumbre. Escribe esto en 1997. Hoy resulta claro que el declive ha iniciado totalmente. El mundo llega a ser multipolar.

Pero, ¿quizá Brzezinski es un pesimista aislado? ¿Quizá los neocons que inspiraron a Bush son más ‘optimistas’, si nos atrevemos a usar esta palabra? Pues bien, de hecho no lo son mucho más. En el texto fundador de toda la política de la administración, el Project for a New American Century (PNAC, Proyecto para un Nuevo Siglo Estadounidense), redactado en 1992 por Paul Wolfowitz y sus amigos, encontramos, por supuesto, toda la ideología de la nueva cruzada militarista, pero también un observación que llama la atención: «Actualmente Estados Unidos no tiene ningún rival mundial. El objetivo de la gran estrategia de Estados Unidos debe ser preservar y extender esta posición ventajosa el mayor tiempo posible (…) Preservar esta situación estratégica deseable en la que se encuentra Estados Unidos en este momento exige unas capacidades militares predominantes a nivel mundial» (7).

«El mayor tiempo posible». Por lo tanto, también aquí se cree que no será posible que Estados Unidos sea eternamente el amo del mundo. He aquí una gran paradoja. El mundo entero teme a Estados Unidos. Pero los dirigentes estadounidenses, por su parte, saben que están al mando del Titanic. Y están divididos en dos opciones respecto a cómo salvar al Imperio tanto como sea posible …

Dos opciones para salvar al Imperio
¿Cuál será la political estadounidense en los próximos años? La elección de uno u otro presidente es, desde luego, una indicación, pero no es decisiva.
Recordemos que durante la campaña presidencial de 2000 George Bush había prometido ¡una política internacional mucho más humilde y menos intervencionista que la de su predecesor! Mientras que el otro candidato, Al Gore, había propuesto un presupuesto militar más alto que el de Bush. Creemos que las grandes orientaciones de la política internacional no las deciden los presidentes, sino las multinacionales en función de sus necesidades del momento y de su evaluación de la relación de fuerzas mundial.

Y, precisamente, tras el balance de fracaso de los años de Bush que acabamos de describir la elite estadounidense parece bastante dividida respecto al camino que hay que seguir. ¿Cómo salir de esta delicada situación?

La primera opción posible es la opción militarista. En estos últimos años la han encarnado los neocons de Bush con la estrategia de Wolfowitz. La agresión y la intimidación como estrategia general. Multiplicar las guerras, inflar al máximo los gastos en el complejo militar-industrial para obtener el crecimiento y el dominio de las multinacionales estadounidense, y también para intimidar a aliados y rivales.

La otra opción es la defendida por Brzezinski y que a él le gusta llamar ‘soft power’ (poder blando). Otros hablan de un ‘imperialismo inteligente’. Se trata, de hecho, de lograr los mismos objetivos de Estados Unidos pero por medio de unas formas de violencia menos directas y visibles, contando menos con las intervenciones militares estadounidenses, muy costosas, y más con los servicios secretos, las maniobras de desestabilización, las guerras por medio de países interpuestos y también con la corrupción ...

Cinco generales de la OTAN preparan un gobierno mundial…
La primera opción consiste en militarizar más la vida política y en multiplicar las guerras. Bush al cuadrado.

En enero de 2008 cinco ex-generales de la OTAN presentaron un documento preparatorio de un encuentro en la cumbre de la OTAN en Bucarest (8). Sus propuestas revelan una tendencia absolutamente espantosa. Y lo que da mucho peso a este documento es que hasta hace poco tiempo todos ejercían funciones del más alto nivel. El general John Shalikashviliera era jefe del Estado Mayor estadounidense y comandante en jefe de la OTAN en Europa; el general Klaus Naumann dirigía el ejército alemán y presidía el comité militar de la OTAN en Europa; el general Henk van den Breemen era jefe del Estado Mayor holandés; las misma funciones en Francia las ocupaba el almirante Jacques Lanxade, mientras que Lord Inge dirigía el Estado Mayor y del servicio de Defensa de Gran Bretaña. Ni más ni menos que personajes importantes. Y muy agresivos, como vamos a ver …

Página 6: « [Los autores] proponen pistas sobre la forma de superar una posible rivalidad con la Unión Europea y permitir a la OTAN acceder a unos instrumentos no militares». Dos observaciones. 1. De hecho, esta rivalidad no sólo es posible sino que es absolutamente real. ¿En qué sentido quieren superarla? 2. ¿Qué significa para la OTAN «acceder a unos instrumentos no militares»? ¿Se trata de obtener una influencia mayor sobre la vida civil de las sociedades occidentales?

Página 7: «A fin de iniciar el proceso proponen establecer un directorio que reúna a Estados Unidos, la UE y la OTAN. Su misión sería coordinar todas las operaciones en la esfera atlántica». Por tanto, un super-gobierno mundial. ¿Con qué objetivos?

Los Cinco nos lo explican en la página 42: «Lo que esperan los aliados occidentales es la defensa proactiva, mantenida a largo plazo, de sus sociedades y de su modo de vida». ‘Defender nuestro modo de vida’ ya fue un argumento esgrimido por el padre de Bush para desencadenar la primera guerra contra Iraq. En realidad, ‘modo de vida’ es una manera hipócrita de designar el dominio de las multinacionales sobre la vida económica, dominio cuyo efecto es mantener en la pobreza a la mitad de la humanidad. El objetivo de los cinco es, efectivamente, emplear los medios militares para mantener el abismo entre ricos y pobres. Para quienes tengan dudas, en la página 92 se precisa: «Los objetivos de nuestra estrategia son preservar la paz, nuestros valores, el liberalismo económico y la estabilidad ».

Por consiguiente, preserva la estabilidad de las multinacionales. Y ¿contra qué enemigo? Los autores proporcionan algunos ejemplos de lo que no hay que tolerar en el tercer mundo. Página 52: «Tenemos ejemplos menos importantes de ayuda no deseable: de Venezuela al régimen cubano». El gendarme mundial se arroga el derecho de intervenir por todo el mundo contra cualquier país que plantee actos que desagradan a las multinacionales.

Pero, ¿cuál es entre todos los indeseables el enemigo principal? La respuesta aparece en la página 44: «China puede causar un gran daño a las economías estadounidense y mundial basándose en sus enormes reservas de dólares». Y en la página 52: «China puede utilizar el arma de las finanzas para imponerse en África y si decide hacerlo tiene capacidad de utilizarla a una escala mucho mayor».

He aquí bien definido quiénes son los buenos y los malos. El liberalismo necesita de la OTAN para imponerse al mundo entero. Y, ¿de que medios debería disponer la OTAN para llevar a cabo esta guerra económica?

El derecho internacional y la ONU arrojados por la borda
Estos cinco generales se siente, de hecho, frustrados. Página 76: «Uno de los principales problemas en la concepción estratégica actual de la Alianza Atlántica es que sus acciones siguen siendo más reactivas que preventivas y se limitan a unos medios militares». Página 91: «Ahora bien, una estrategia ambiciosa debe comprender la utilización bien integrada de todas las armas disponibles, ya sean políticas, económicas, militares, culturales, sociales, morales, espirituales o psicológicas».

¡Aquí lo tenemos! La Banda de los Cinco pretende desbordar sus tareas militares y ejercer una influencia sobre el funcionamiento de la sociedad civil. Pero, al menos, ¿respetará este nuevo gobierno mundial el derecho internacional? Es extremadamente dudoso … Páginas 94-95: «Otro principio que hay que respetar es la legalidad. Toda acción debe ser legítima, autorizada, y debe respetar el derecho internacional. Esto puede representar una desventaja considerable cuando el adversario no tenga respeto alguno por ninguna ley, pero, a fin de cuentas, actuar de otra manera significaría aplicar la ley de la jungla y minar nuestra propia credibilidad. Sin embargo, este principio no impide que se tenga que adaptar el derecho internacional existente a un contexto internacional en constante evolución … »

En esta cita las primeras frases sirven para dorar la píldora y el verdadero contenido viene al final: ‘adaptar’ el derecho significa en realidad violarlo, negar los principios proclamados hasta el momento. Después de Abu Ghraib, Guantánamo, la tortura, los asesinatos de jefes de Estado, los vuelos clandestinos y las prisiones secretas de la CIA, ¿se nos propone luchar contra estas violaciones del derecho? No, se propone legalizarlas ‘adaptando’ el derecho.

Hay que recordar que las dos guerras contra Iraq y la guerra contra Yugoslavia ya habían violado el derecho internacional, la Carta de la ONU e incluso la propia Carta de la OTAN. Pero precisamente es de la legalidad internacional de lo que se quieren desembarazar los Cinco. Páginas 104-105: « La aprobación de Naciones Unidas puede no ser necesaria según el Artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas (legítima defensa) y quizá es posible renunciar a ello según los términos de la Convención sobre el genocidio».

«¡Viva la guerra preventiva!». Incluso la nuclear.
Más inquietante es la lectura de la página 96: «Lo que necesitamos es una forma de disuasión por medio del rechazo proactivo, donde el tanteo es una forma de reacción en caso de amenaza inminente y la prevención un intento de recuperar la iniciativa y acabar con el conflicto».

En la jerga militar ‘defensa proactiva’ designa la guerra preventiva. Este término aparece una y otra vez en el documento de los Cinco. George W. Bush ya había invocado una ‘guerra preventiva’ contra el terrorismo. Como Hitler en su época. Porque los agresores se refugian con frecuencia tras el pretexto de prevenir un peligro. En realidad, el derecho internacional siempre ha prohibido explícitamente las guerras supuestamente preventivas. Pero los temores no acaban ahí…

Página 94: «El arma nuclear puede parecer a primera vista desproporcionada, pero si se tienen en cuenta los daños que evita, es posible que sea razonable». Aquí resplandece toda la inmoralidad de estos cinco bandidos. La guerra nuclear es una atrocidad y la humanidad no ha dejado de exigir el desmantelamiento de estas armas de destrucción masiva. He aquí que se pretende justificarla con una hipocresía que no puede engañar a nadie: ‘evitar daños’. Absolutamente vago y sin duda racista: la vida de los pueblos adversarios no vale nada.

La verdad es que al constatar que los bombardeos clásicos no bastan para romper las resistencias y que las guerras clásicas son caras y peligrosas para los invasores, estos generales criminales proponen el arma nuclear como solución al problema de la hegemonía mundial de las multinacionales.

«Preparar los ánimos»
Como vemos, la mercancía que pretende vendernos la Banda de los Cinco está completamente podrida y estropeada. Por ello, previsores como son, cuentan con trabajar a la opinión pública por medio de campañas de propaganda a largo plazo. Página 104: «Estas medidas deben ir acompañadas de esfuerzos proactivos y coordinados de comunicación en los medios de comunicación (…). Esta campaña mediática podría, además, preparar los ánimos para una intervención armada».

¡‘Preparar los ánimos’! Desde luego, esto no es una novedad… Haciendo balance de la guerra contra Yugoslavia (en 1999), que fue el mayor logro de la desinformación organizada, un general de la OTAN confesaba después de la guerra que se habían lanzado sistemáticamente informaciones falsas, mientras que se habían apartado o marginado las informaciones molestas para «anestesiar a la opinión pública». Resumía de la siguiente manera la filosofía de la OTAN: « La opinión pública se trabaja, como todo lo demás» (9). Además, en cada guerra los generales occidentales contratan spin doctors, es decir, agentes publicitarios para vender sus guerras y manipular a la opinión pública. Pero esta vez se va mucho más lejos: se trata de toda una campaña a largo plazo para condicionar a la opinión pública …

Página 129: «Por consiguiente, es necesario que la OTAN desarrolle una estrategia de información que debe cumplir tres objetivos a la vez. Debe persuadir al mundo de que la OTAN es una fuerza del bien. Debe desplegarse antes de que los adversarios empiecen a difundir su información, es decir, que la OTAN deben imponer su dominio en materia de relaciones públicas. Debe ganarse el corazón y el espíritu de los habitantes de los países de la OTAN (acorde con la actitud de la Alianza Atlántica) y también de las poblaciones de los países donde se produzca la intervención armada».

«Imponer su dominio en materia de relaciones públicas». La información se concibe como una guerra que se gana eliminando las fuerzas del adversario. No se trata aquí de acusaciones gratuitas: el ejército estadounidense bombardeó y encarceló a periodistas de al-Jazeera, la OTAN bombardeó la televisión de Belgrado (17 muertos), el Pentágono prepara planes para eliminar informaciones molestas en internet, cuyo carácter democrático molesta considerablemente.

Un plan de dictadura mundial
Al principio de su documento los cinco generales anunciaban «unas pistas para superar una rivalidad con la Unión Europea». ¿Cómo lo van a hacer? De hecho, utilizan el marco de la OTAN para organizar la sumisión de la UE a la voluntad de Washington…

Página 137: «Consideramos que las fuerzas multinacionales son la clave de una modernización rápida y poco onerosa de las fuerzas de la OTAN, pero ponemos de relieve que esta opción sólo es posible si los Estados miembro aceptan sin restricción que sus fuerzas estén a disposición de la OTAN para cualquier operación autorizada por el Consejo de OTAN». Traducción: se obligará a los ejércitos europeos a obedecer las decisiones de la OTAN (actualmente se requiere la unanimidad).

El plan de los Cinco proporciona a Estados Unidos tres ventajas: 1. Integrar a las fuerzas europeas en sus guerras. 2. Trasladar los gastos a los aliados. 3. Repartir también la impopularidad.

El carácter antidemocrático de los Cinco se manifiesta claramente en la página 139: «Elegimos no formular nuestras propuestas para la reforma de la UE de manera tan detallada como para la OTAN por dos razones: en primer lugar, un nuevo tratado, que viene a sustituir a la ‘constitución’ que había sido condenada, ha sido adoptado actualmente con discreción, para evitar consultar a las poblaciones».

El objetivo de su plan es, efectivamente, hacer imposible toda oposición. Página 144: «Con el fin de eliminar toda fuente de irritación, se podría decidir que sea siempre en el seno de la OTAN donde se trate un punto y que los miembros de la OTAN que también son miembros de la UE se comprometan a no alejarse del voto depositado en la OTAN cuando éste se aborde ese punto en las instancias europeas ». Así pues, una vez que haya decidido la OTAN, un país europeo no tendrá derecho a oponerse.

Como conclusión, este plan de la Banda de los Cinco, preparado por unos individuos que han estado en la cumbre del poder militar mundial, indica una tendencia significativa en esta elite. Su plan de super-gobierno mundial a tres (en realidad dominado por Estados Unidos) arrojaría a la basura todo vestigio de derecho internacional, legitimaría la guerra preventiva y las armas nucleares, organizaría la manipulación sistemática de las opiniones públicas. Es un plan de naturaleza fascista.
He aquí una de las dos opciones en las que la elite estadounidense está pensando actualmente para resolver sus problemas. La otra la encarna fundamentalmente Zbigniew Brzezinski, del que hemos hablado antes …

¿«El imperialismo inteligente» ?
Los estrategas militares estadounidenses distinguen tres tipos de guerras que ellos pueden desencadenar: 1. Las guerras de alta intensidad. Se trata de enfrentamientos entre grandes potencias del tipo de las dos guerras mundiales. 2. Las guerras de intensidad media. Comportan también un compromiso militar estadounidense directo, pero contra potencias mucho más débiles, como Iraq o Yugoslavia. 3. Las guerras de baja intensidad. No comportan un compromiso militar directo de Estados Unidos, que logra que otros combatan. Provoca conflictos entre países vecinos o a través de los movimientos paramilitares o terroristas.

El término ‘baja intensidad’ es engañoso, puede dar la impresión de que los daños son menores, pero, en realidad, sólo son menores para Estados Unidos. Así, la guerra llamada de ‘baja intensidad’ que Washington desencadenó contra Congo (a través de los ejércitos de los vecinos Ruanda y Uganda, y de diversas milicias) dejó cinco millones de muertos y paralizó el desarrollo de Congo.

A diferencia de Bush, la estrategia Brzezinski privilegia estas guerras de baja intensidad. No es más moral, simplemente quiere ser más inteligente.

Pero Brzezinski propone también recurrir a otras formas de intervención. Muchas veces sólo se piensa en la forma más visible de agresión: la intervención militar de Estados Unidos. En realidad, este país dispone de todo un despliegue de medios. Si queremos establecer una tipología completa en orden de intensidad, hay que contar con las siguientes formas: 1. Corrupción de los dirigentes locales. 2. Chantajes a estos dirigentes locales. 3. Campañas mediáticas de demonización. 4. Desestabilizaciones diversas. 5. Embargos y bloqueos comerciales. 6. Golpes de Estado. 7. Provocación de separatismos. 8. Guerras por intermediación de otros. 9. Bombardeos. 10. Ocupaciones terrestres. Como vemos, toda una gama de métodos y que, evidentemente, se pueden combinar, pero que son todos ellos agresiones.
Por supuesto, todos los gobiernos estadounidenses recorren al conjunto de estos métodos y no sólo a algunos. Lo que difiere es la dosificación y la financiación.

Después de los crímenes cometidos por Bush, uno podría estar tentado de alegrarse de un cambio de métodos. En realidad, si Washington decide cambiar sus tácticas, no se tratará de pacifismo sino sólo de hacer menos visible la brutalidad. Hay que recordar que Brzezinski es el hombre que financió a ben Laden en Afganistán para entrampar a la Unión Soviética en una guerra de larga duración y cara, y romper su alianza con el mundo musulmán. Brzezinski está muy orgulloso de su éxito y no deja pasar ninguna ocasión de recordarlo.

Si Estados Unidos decide aplicar la estrategia de Brzezinski, sin duda habrá menos guerras directas. Y éstas se harán lo más posible de acuerdo con los aliados, lo que también permitirá cuidar mejor la imagen mediática y la manipulación de la opinión pública.
Y, sobre todo, haciendo trabajar más a la CIA, se hará un esfuerzo para sustituir las guerras que Estados Unidos lleva a cabo directamente por guerras ‘indirectas’: hacer que los países vecinos se peleen apoyando al ‘bueno’ con todo tipo de buenos pretextos. Este fue el método que Clinton empleó con éxito contra Yugoslavia.

El método de Brzezinski presenta dos ventajas para Estados Unidos: 1. Le devuelve un aspecto más presentable, para restablecer su autoridad moral. 2. Invertir menos dinero en el complejo militar-industrial permite ayudar más a la economía estadounidense para reforzar su postura competitiva frente a Europa, China, India, etc…

Para ahorrar en las guerras la estrategia de Brzezinski recurre más a los chantajes y también a la acción clandestina. Los chantajes pueden pasar, sobre todo, por el uso de los instrumentos del control económico global como el Banco Mundial, el FMI y la OMC. Instituciones multilaterales pero dominadas por Estados Unidos y que permiten dictar su voluntad al tercer mundo de una manera aparentemente más objetiva. Pero esto no será fácil puesto que el Banco Mundial y el FMI han acumulado tanto odio ahí donde han pasado que los países han buscado alternativas. La idea del Banco del Sur lanzada por Chávez se va abriendo paso …

La acción clandestina, es decir, la CIA, también se tendría que utilizar más. Permite deshacerse de los gobiernos molestos con inversiones mucho menores.

He aquí por qué los defensores de la estrategia de Brzezinski se definen como partidarios de un ‘poder blando’ o ‘imperialismo inteligente’. El peligro de este poder blando sería que la izquierda se alegrara de haberse librado de Bush y disminuyera su vigilancia porque, durante un tiempo, habrá menos guerras directas, de modo que el movimiento internacional contra la guerra, que conoce una evidente crisis, respondería aún menos ante unas estrategias más discretas del Imperio.

De todos modos, este Imperio no se volverá pacífico. Tarde o temprano emprenderá guerras al estilo Bush porque la elite estadounidense practica de hecho un ciclo de alternancia entre las dos opciones…

Los presidentes pasan,
las multinacionales permanecen
Estas dos opciones, militarista o ‘inteligente’, no son nuevas. No se trata de una oposición entre republicanos y demócratas porque estos dos partidos no representan ‘la guerra’ y ‘la paz’, sino solamente unos electorados diferentes y unas tácticas diferentes, siempre al servicio de las multinacionales. Así, no fue un republicano sino un demócrata quien en 1950 desencadenó la guerra contra Corea y China. Y no fue un republicano sino un demócrata quien inició la guerra contra Vietnam en 1961.

Tampoco se trata de un voto popular contra un voto burgués. Las multinacionales estadounidenses siempre financian a ambos candidatos, con lo que siempre reparten los huevos entre ambos cestos. Pero por la cantidad de dinero entregada podemos ver sus preferencias. A principios de los años noventa las multinacionales invirtieron en ambos lados, pero privilegiaron a Clinton y a los demócratas al 58 %. A partir de 1996, al contrario, beneficiaron a los republicanos al 67 %. En las presidenciales de 2000 fue a Bush a quien se financió masivamente. Y quien fue declarado electo aunque el escrutinio hubiera designado a su rival Gore. En cambio, en las presidenciales de 2008 las multinacionales vuelven a cambiar de lado y financian más a Obama que a su rival McCain.

De todos modos, el mismo presidente puede cambiar de política. Tras la caída de la URSS y el final de la guerra fría, en un primer momento Bill Clinton bajó los presupuestos militares y los pedidos al complejo militar-industrial con la esperanza de relanzar la máquina económica estadounidense en general. Pero aunque la decisión pasó prácticamente desapercibida, el propio Clinton dio un giro al final de su mandato: «El presupuesto militar estadounidense debe aumentar un 70 %» (10). Lo que confirma lo que dijimos más arriba: las grandes decisiones políticas no dependen del carácter de tal o cual presidente, sino de estrategias que se deciden más arriba. Los presidentes pasan, las multinacionales permanecen.

La política estadounidense alterna los métodos
Por consiguiente, hablaremos más bien de una alternancia en la política de Estados Unidos. Tras cada gran revés se constata una vuelta, temporal, al ‘soft power’.
Tras la derrota de Vietnam y la reprobación moral de las dictaduras instaladas por Washington en América latina, las multinacionales estadounidenses llevaron a la presidencia al amable pastor Jimmy Carter con su maravilloso discurso sobre los derechos humanos. Tras la guerra fría y la primera guerra contra Iraq el presidente Clinton se esforzó por embarcar a los europeos en sus guerras y cuidó la presentación mediática.
De hecho, la burguesía estadounidense ha dudado constantemente entre ambas opciones para tratar de resolver sus problemas. O, más bien, las ha alternado: un poco más de palo, un poco más de zanahoria. Pero sus opciones son cada vez más difíciles, porque ningún método resuelve verdaderamente los problemas.

Actualmente, tras el desastroso balance de Bush, esta burguesía estadounidense duda entre las dos opciones. O bien la huida hacia adelante, es decir, la guerra generalizada. O bien un repliegue táctico, retroceder para saltar mejor y reorganizar los métodos de acción. La cuestión no es tanto qué presidente elige esta burguesía sino qué estrategia.

De todos modos, no está claro que, al final, la estrategia de Brzezinski sea menos brutal que la de Bush. Es verdad que en 2008 criticó públicamente al presidente diciendo que era estúpido querer atacar a Irán porque no podía ganar y que una guerra perjudicaría a la situación de Israel, al precio del petróleo y, por consiguiente, a la economía estadounidense. Pero algunos analistas piensan que Brzezinski quiere salvar Irán porque espera poder dar la vuelta a este país y hacerle participar un día en el cerco de Rusia. He aquí la potencia que sigue siendo la bestia negra, la obsesión del autor de El Gran tablero. Algunos creen que el objetivo de Brzezinski sigue siendo cercar y debilitar a Rusia, aún a riesgo de tener que vérselas con ella. Sin olvidar a China, que se ha convertido claramente en un objetivo capital. En esta hipótesis, el soft power se transformaría en un apocalypse now.

Sus soluciones empeoran el problema
La división de la burguesía respecto a qué línea tiene que seguir se desprende del hecho de que finalmente Estados Unidos no es tan potente como se cree. Ni en el plano económico ni en el militar. Cada vez que los dirigentes estadounidenses han creído encontrar una solución, al cabo de un tiempo ha resultado que esta solución empeoraba las cosas.

Por ejemplo, en los años ochenta para escapar a la recesión las multinacionales estadounidenses se abalanzaron sobre América latina y otras regiones del tercer mundo y se apoderaron de sus materias primas, de sus empresas, de sus mercados. Pero como esta ofensiva neoliberal empobreció tanto a estos países, acabó provocando catástrofes y, por consiguiente, resistencia cada vez más fuertes, y América latina giró a la izquierda. A partir de 1989 Washington desencadenó una guerra global para asegurarse el control absoluto del petróleo. Pero el petróleo se le escapaba cada vez más. A partir de 2001 Bush desencadenó una guerra contra el supuesto Eje del Mal, pero sólo ha logrado reforzar las resistencias en todas las regiones.

Estados Unidos parece muy fuerte, pero, ¿lo es realmente? Con todos sus dólares, toda su tecnología y todos sus crímenes, ha perdido la guerra de Corea (1950) y la de Vietnam (1961-1975), tuvieron que replegarse de Líbano (1982) y de Somalia (1993), sin el menor género de dudas no habrían ganado en Yugoslavia (1999) si el presidente Milosevic hubiera aceptado los combates terrestres y ya han perdido en Iraq y Afganistán, aunque todavía no lo reconozca. ¿Acaso no es lo que se llama un ‘tigre de papel’? ¿Acaso los pueblos que defienden sus riquezas y su futuro no son a largo plazo más fuertes que los dólares y los misiles?

Por mucho que Estados Unidos haya gastado él solo en presupuesto militar más que todas las demás naciones del mundo, esto tampoco ha logrado asegurarle la supremacía mundial. Él mismo es víctima, si se puede decir, de su contradicción fundamental: todo lo que hace se opone a los intereses de la inmensa mayoría de los habitantes de este planeta, por lo tanto, él mismo crea la fuerza que lo abatirá.

Un ejército no puede ser más fuerte que la economía que lo financia. Y la debilidad fundamental que impedirá a los dirigentes estadounidenses alcanzar su objetivo es que la economía estadounidense sierra la rama sobre la que se asienta. Infra-pagando a sus trabajadores, deslocalizando una parte de su producción, arruinando a los países del tercer mundo que deberían ser sus socios no deja de empobrecer a aquellos a quienes se supone que vende sus productos.
Ninguna de las dos opciones, ni la militarista ni la ‘inteligente’, podrá resolver este problema. Los militaristas aumentan los gastos y las resistencias. Si bien los ‘inteligentes’ disminuyen el terror que difunde la guerra directa, también fomentan la resistencia.

Sea cual sea la táctica elegida, Estados Unidos seguirá llevando la guerra a todas partes del mundo para imponer su sistema económico y sus intereses. Es urgente volver a crear un movimiento poderoso por la paz y la soberanía de los pueblos.

MICHEL COLLON
1 de septiembre de 2008

Fuentes :

(1) John E. Peters, etc, War and escalation in South Asia, www.rand.org/pubs/monographs/2006/RAND_MG367-1.sum.pdf
(2) New York Times, 3 de abril de 2008.
(3) Le Monde, AFP, Reuters, Le Figaro, 21 de abril de 2008
(4) Corriere della Sera, 21 de abril de 2008.
(5) Michel Collon, Monopoly, EPO, Bruxelles, 2000. Agotado [en francés], véase una copia gratuita en: <> [Versión en castellano, Monopoly, Hiru, Hondarribi, 2000]
(6) Le Soir (Belgique), 23 de abril de 2008.
(7) Project for a New American Century (PNAC), Rebuilding America’s Defenses, septiembre 2000.
(8) Towards a grand strategy for an uncertain world, German Marshall Fund of the United States, www.gmfus.org/event/detail.cfm?parent_type=E&id=451
(9) Nouvel Observateur (France), 1 de julio de1999.
(10) Bill Clinton, State of Union speech, enero de 1999.

Traducido del francés por Beatriz Morales Bastos



No hay comentarios.:

 Suscribirse a este Blog