Redacción BBC Mundo |
"Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate". Así termina la inscripción en el dintel de la puerta del infierno de Dante Alighieri: "abandonad toda esperanza, vosotros que entráis".
Las discusiones sobre el infierno trascendieron la Edad Media, y de hecho llegan hasta nuestros días. El Papa Benedicto XVI, líder espiritual de millones de católicos en el mundo, acaba de referirse a él.
Algunas versiones de prensa dicen que lo "resucitó".
"Jesús vino a decirnos que nos quiere a todos en el paraíso, y que el infierno existe y es eterno", dijo a finales de marzo, en una parroquia de Roma, el Papa.
Agregó que "se habla poco en nuestro tiempo" del castigo eterno.
Sin embargo, su predecesor, Juan Pablo II, había aclarado en 1999 que "el infierno, más que un lugar, indica la situación en que llega a encontrarse quien se aleja de Dios".
Entonces, aquellos pozos de fuego donde arden las almas por siempre, tan vívidos en el imaginario colectivo como castigos que imparte Dios al final de la vida, ¿existen o no según la iglesia católica?
El padre Ernesto Fernández Travieso, de Radio Vaticano, dijo a BBC Mundo que "nunca se ha enterrado la idea del infierno. Dios tiene que ejercer un premio y un castigo por cómo nos comportamos en este mundo".
Remordimiento que arde y metáforas
Las imágenes populares del más allá se basan en la mayoría de los casos en figuras bíblicas, tanto del antiguo testamento como de los evangelios.
En los primeros libros de la Biblia cristiana se habla de un "lugar de tinieblas" donde se reunían los muertos condenados; de "fosas" de las que no se sale, y en las que no se puede "dar gloria a Dios".
Luego, en los evangelios se cita a Jesús hablando del "fuego que no se apaga", y de un horno ardiente donde todo "será llanto y rechinar de dientes".
Juan Pablo II advirtió en 1999 que éstas imágenes "deben interpretarse correctamente".
Las figuras de la parábola del "rico Epulón", expresan "en forma narrativa" que el infierno "es el lugar de la pena definitiva, sin posibilidad de retorno", dijo.
Describen "la completa frustración y vaciedad de una vida sin Dios".
Pero más allá de las metáforas evangélicas, "la enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad", dijo Juan Pablo II.
Así, si se yuxtaponen las palabras del pontífice polaco y su sucesor alemán, se llega a que el infierno "existe y es eterno", pero "no es un lugar", sino más bien un "estado".
Así dijo a BBC Mundo Fernández Travieso: "Benedicto XVI hace algunos meses ya decía que no puede tomarse literalmente lo que dicen las sagradas escrituras. (El infierno) es un estado mental".
"El remordimiento está muy bien significado con la imagen del fuego", remató.
Más allá y más acá
Los niños católicos aprenden de sus mayores que en lenguaje bíblico el cielo representa la "morada de Dios".
Eso, según Juan Pablo II es distinto del cielo geográfico, como parte del universo.
"El cielo es figura de la vida en Dios. En este sentido, Jesús habla de recompensas en los cielos", dijo el Papa fallecido hace dos años.
Los apartados del catecismo oficial referidos al infierno dicen que lo que se designa con esa palabra es "el estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios".
"Morir en pecado mortal sin estar arrepentido significa permanecer separados (de Dios) para siempre, por nuestra propia y libre elección", dice el manual del católico.
Distorsiones y psicosis
Ambos pontífices recalcan que no debe cundir el pánico ante las imágenes del infierno. Benedicto XVI aclara en su homilía que "si es verdad que Dios es justicia, no hay que olvidar que sobre todo es amor".
También para Juan Pablo II la justicia y la misericordia -es decir, la compasión- de Dios, son dos caras de la misma moneda.
"El amor nos impulsa a tener confianza, excluyendo todo temor", dijo.
"La utilización impropia de las imágenes bíblicas no debe generar psicosis", afirmó.
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