Date: Mon, 01 Mar 1999 06:17:23 PST
Subject: Voyage: Un dia de playa en Paris...
Salut Amigos:
¿Cómo
están todos? Yo estoy bien, aunque un poco tenso por el trabajo y
los problemas económicos a los que me tiene sometido la Comunidad Económica
Europea que ya me tiene 4 meses sin cobrar la beca. Pero para liberar el estrés, ¿qué mejor que un día de playa? por eso me
fui en metro a la playa de París, con Fernando (el esposo de Brígida), Claudia
y Diego. ¿Qué si en París hay playas? Si, en París hay playas, no playas
naturales, sino artificiales. Allí les va el cuento de un cumanés en una playa
artificial, con palmeras, almendrones y todo menos sol y agua salada.
Como
les había contado, tomamos el metro para ir al Aquaboulevard, con nuestros
bolsitos con toallas, trajes de baño, etc etc. Sólo nos falto el bronceador. El
folleto decía que encontraríamos un clima a 29 grados centígrados y en asepsia total
(ohhhhh)...
Llegamos
al sitio, pagamos y nos hicieron entrar en unas cabinas para desvestirse en
donde te remarcaban mil veces que había que quitarse los zapatos para entrar al
área mojada, que no estaba tan mojada porque le pasaban unos aparatos
especiales para secarla a cada rato. Luego, uno iba a guardar la ropa en los
casilleros antes del proceso de desinfección masiva que hacia recordar un campo
de concentración nazi. Lo desinfectaban a uno con agua clorificada como si
fueras una poceta y luego te hacen pasar por una piscinita para desinfectar los
pies y al final cuando ya estás hasta blanqueado, ¡por fin a la playa!
La
playa en realidad era una piscinota grandota con muchos toboganes que intentaba
imitar artificialmente a una playa. Hasta la arena era imitada, pero no con
arena, sino con un material como de cemento amarillo, del mismo amarillo de la
arena de Quetepe.
Fuimos
con nuestros corotos hacia la playita y supongo que seriamos los únicos carajos
de allí que en realidad habíamos estado en una playa tropical de verdad porque
fuimos los únicos que nos metimos automáticamente con todos nuestros corotos
debajo de una matica que había cerca de la orilla. Debe ser la costumbre, porque
en realidad, si algo no había allí era sol; nos encontrábamos en un ambiente
cerrado aunque transparente, como en un invernadero temperado a 29 grados. La
mata en la que nos ubicamos era un almendrón igualito a los de la playa San
Luis en Cumana, pero de plástico...
Los
franceses se avergüenzan de nada, así que es muy difícil que vayan a dejarse
ver en traje de baño si no están completamente libres de grasas y lo que había
allí eran cuerpos por encima del promedio. Ellos no pueden arriesgarse a hacer
el ridículo, por eso las francesitas que allí estaban en general estaban
buenas, aunque lo menos que había allí eran franceses: la piscina estaba
repleta de árabes y africanos. Con lo racistas que son los locales, imagino que
por eso debe ser lo del proceso tan estricto de desinfección. También había
carajos sentados en las sillitas de playa leyendo y hasta con lentes de sol....
Al
principio me deprimí un poco a causa de la nostalgia. Mi medio natural es estar
metido en una playa tropical y ahora estaba metido dentro de una falsa replica
de una playa, en pleno invierno, cero naturaleza, todo artificial. Empecé a pensar
en lo maravilloso que es mi país y mi pueblito. Si alguien en este mundo ama
sus playas, ese soy yo y ahora tenía que estar a 9000Km de ellas y metido en
una playa de plástico ¡qué horror! ¡Patético! La nostalgia me invadía. En un
momento prendieron unas cascadas artificiales que caían desde un puente y me
metí debajo de ellas recordando cuando me metí en las cascadas de Quebrada de Jaspe,
en la Gran Sabana, una de las cosas de la naturaleza más bellas del mundo; O bajo
de las cascadas en el Ávila, o en el
Kama-Merú.
Con el azul de la piscina recordé el azul de las playas de La Orchila, con sus
millones de peces que no están acostumbrados a los seres humanos y que no tienen
miedo de acercarse a curiosear. Me fui hacia el jacuzzi y recordé las aguas
termales de San Antonio del Golfo, o Poza Azul o Aguas Calientes en El Pilar. Pensaba
en Araya con su viento y su sol radiante que ahora reemplazaba con un bombillo
reflector ultrapotente. Tantas cosas hermosas que he disfrutado en mi vida en los
sitios naturales más bellos de mi Venezuela. Me metí nadando contra la
corriente en un río artificial, como si
estuviera
yendo contra la corriente en el río San Juan de Cumaná. Después, nade un poco entre
la multitud y me dispuse a buscar lo hondo para nadar mejor. Lo hondo estaba un
poquito aislado, a lo mejor para proteger a las parejitas
que estaban allí disfrutando del palo hondo je, je, je, je, no sé si
entendieron. Había unas cuantas de ellas. Encontré una salida al área exterior
y salí hacia una parte de la piscina al aire libre. Probablemente estaba
haciendo 4 grados centígrados afuera en donde me estaba bañando, era muy frío, pero
al menos podía respirar aire menos encerrado, ya me estaba sofocando.
De
pronto, se empezó a escuchar una alarma que sonaba y pensé que podía ser un incendio,
pero no, era el aviso de que venían las olas que ponían cada 1/2 hora. La
multitud corrió desesperada hacia la parte en donde había olas, pero lo único
que hacían era saltar. Esta gente no sabe qué hacer con las olas, me dije,
mientras que esperaba una olita para ver si podía correrla entre la multitud
cual Playa Garrapata en Carúpano.
También
me metí un rato en el jacuzzi, que estaba bien caliente. Echénle la
vitoalla, grité cuando me metía en el sancocho ¿donde está la auyama? Nos
metimos un ratico en ese sancocho y quedamos flojitícos...
Ya
tarde me puse a jugar con Diego, y cada juego que hacíamos, al momento encontrábamos
a los franceses imitándonos. Era incómodo. Esos carajos no tienen creatividad
para inventar juegos, y sin mentirles, por lo menos el 50% de los juegos que
hicieron las 700 personas que estaban allí adentro, se los copiaron de
nosotros. Yo tiraba a Diego al aire y al rato había franceses lanzando a los
carajitos hacia arriba. Lanzaba en saltos mortales a Diego y al ratico los
franchutes nos imitaban de nuevo. Yo
caminaba parado de manos y al ratico había montones de franceses parándose de
manos ¡Qué ladilla!
Al
final pasamos 5 horas en la piscina y puedo decir que disfrutamos bastante de
un día de playa en Paris, aunque sea en una playa artificial desinfectada.
Saludos
y besos
Luis
Manuel
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