lunes, noviembre 20, 2017

Voyage: ¡Que viva España! (I)

Señalando a Barcelona desde el Parc Güell

Date: Mon, 04 Jan 1999 08:01:22 PST
From: Luis Manuel Hernandez Ramos
Subject: Voyage: Que viva España!!!! (I)

¡Feliz Año!

Como ustedes saben, el fin de año lo pasé en Barcelona, España. Partimos Claudia León y yo en tren, el 25 de Diciembre a las 8:20 pm. El tren salía desde la Gare d'Austerlitz, en París, y llegaba a Barcelona-Saint a las 8 am del día siguiente. Fueron por lo tanto 12 horas encerrados y con claustrofobia en un tren.


Yo no tenía la más mínima idea de cómo era eso de tomar el tren y por lo tanto hice lo que siempre hago para enfrentar la incertidumbre: salir mucho más temprano; pero a pesar de ello llegamos casi justo a la hora de perder el tren gracias a lo pesado nuestro equipaje, o mejor dicho del equipaje de Claudia (no sé por qué las mujeres siempre llevan más equipaje del que pueden cargar). Yo además llevaba mi equipito de sonido, que era fastidioso pero resultó ser más útil. Además, como cosa rara, al perdernos, nadie nos ayudaba, no encontrábamos como preguntarle a nadie, preguntarle a los franceses y en francés suele ser una cuestión muy difícil. Afortunadamente, sin haber preguntado, el encargado de hacernos entrar al vagón nos dio amablemente las indicaciones en español. Para nuestro alivio el tren era español y por tanto se hablaba español y mandaban las costumbres españolas.
Tren Talgo, en uno de estos fue que viajamos

Aquí en Europa, la gente no puede creer que exista un país en donde no haya trenes (Venezuela) y al decirles esto se imaginan a nuestro país como el hogar de Tarzán (reafirmando sus prejuicios). Enseguida caí en cuenta de una característica que define a los trenes y que no la había mentalizado por completo: son mucho más largos que anchos. Además, cuando vi por primera vez el compartimiento en dónde me correspondería estar, me pregunté cómo íbamos a dormir cuatro personas desconocidas, con equipajes y todo allí en ese espacio tan reducido; pero rápidamente me calmé al recordar que esa fue la misma pregunta que me hice al llegar a mi habitación de 13 m2 en la Cité Universitaire.

Y por fin partió el tren. Como era ya de noche no se veía nada por las ventanas y como no había más nada que hacer, decidí acostarme a dormir. Por medida de precaución para que no me lo robaran mientras dormía, até todo el equipaje a mí con un nudo del que luego me costó deszafrar. Pero casi no dormí. Podía predecir en donde más o menos estábamos por el movimiento y la inclinación del tren. En efecto, cuando llegamos a España, el tren  empezó a moverse mucho más lento gracias al mejor estado de las vías francesas y a Francisco Franco, caudillo de España que construyó las vías de un ancho diferente para de cierta manera aislar a España.

Cuando al fin llego el amanecer, me asomé por la ventana para ver como era España, y mi primera impresión fue que era igualita a Venezuela. Esa primera impresión continuó extendiéndose hacia otros terrenos no solo geográficos sino también elementos tales como: las malas costumbres y la percepción que tienen ambas culturas de que la vida es para vivirla, eso es lo más importante.

Estación Barcelona-Sants

Por fin llegamos a Sant-Estación (no recuerdo cómo se llama) y pisé tierra Barcelonesa cual Colón pero a la inversa, o más bien como Neil Armstrong  ya que hasta pronuncié sus mismas palabras de cuando llegó a la luna.

Lo primero que buscamos fueron los cajeros automáticos, ya que no cargábamos ni una peseta. Después, el metro que nos llevaría a la casa de Haydemar. No me sorprendió ver que los cajeros automáticos tuvieran exactamente las mismas pantallas que en Venezuela, ya que los bancos españoles han comprado a muchos bancos en Venezuela.(Hasta la red de cajeros se llama 4B). Lo que me nos sorprendió fue que no sabíamos utilizar el metro en Barcelona. Yo me imaginaba que con el metro de París tenía suficiente para entender a todos los metros del mundo. A Claudia se le quedó el ticket dentro del torniquete porque lo metió en donde no había que meterlo y tuvo que llamar al encargado, quien nos atendió muy amablemente y dio con una solución improvisada que jamás se le ocurriría a un francés cabeza cuadrada: metió mi tarjeta por el hueco para que saliera la otra. Otra muchacha también nos ayudo muy sonriente y al ver tanta amabilidad enseguida capté las conclusiones más importantes de nuestro viaje a España:

1) Ya no estábamos en París.
2) Los españoles de España son igualitos a los españoles de Venezuela y por lo tanto son muy parecidos a nosotros. Había que perder por tanto el miedo a preguntar inculcado por la sociedad parisina.
3) España era como Venezuela, pero con puros Españoles (con sus ventajas y desventajas por supuesto).
4) Y la más importante de todas, y la digo enfáticamente y gritando:
¡LOS PARISINOS SON UNOS COÑOS DE MADRE ¡  (con sus excepciones, por supuesto).
5) España es de pinga, todo el mundo echa vaina y no sé si les paran bola.

Calle de Barcelona, en la zona
que bautizamos La Candelaria

Al salir del metro, en la Estación Azul Collblanc (nos perdimos primero como de costumbre), nos dimos cuenta que por donde vive Haydemar es una réplica fiel y exacta de La Candelaria: Los bares, Los comercios, las tiendas, las calzadas, todo... Posteriormente entenderíamos que en realidad toda Barcelona y probablemente toda España era La Candelaria. Mentira, todo tiene sus excepciones, también encontramos a la avenida Victoria, Puente de  Hierro (con sus ventas de repuestos y todo), Quinta Crespo. Procedimos a rebautizar las distintas zonas de Barcelona, con todo el derecho que nos otorga el hecho de que cuando los españoles fueron a Venezuela hicieron lo mismo, rebautizaron a nuestras zonas, creo que por la misma razón, Barcelona, Valencia, Mérida, Manzanares, etc., etc., etc.

Playa de Barceloneta

Nos instalamos en casa de Haydemar, al lado del Nou Camp (por mala suerte, no había juego en esos días) y salimos inmediatamente, ya que anhelábamos ver el mar. Tomamos el autobús y nos quedamos cerca del monumento a Colon. Vimos el puerto, pasamos por la Rambla de Mar hasta el Maremagnum (un enorme  centro comercial en un muelle) y cogimos por Puerto Vell hasta Barceloneta y la playa. Me senté sobre la arena (que estaba un poco fría). Como anhelaba desde hacía mucho tiempo y mirando hacia donde apuntaba Colón, me declame yo mismo el poema Azul de un coterráneo mío:

                                      Azul de aquella cumbre tan lejana
                                      hacia la cual mi pensamiento vuela
                                      bajo la paz azul de la mañana
                                      color que tantas cosas me revela
                                     
                                      Azul que del azul del cielo emana
                                      y azul de este gran mar que me consuela
                                     mientras diviso en él la ilusión vana
                                      de la vida del ala de una vela...

                                      etc, etc.

Bien sûr, no pude resistir la tentación de meter aunque sea un dedito en el Mediterráneo, así fuera invierno. No me pareció tan helado. Me puse a pensar en lo que ese mar ha significado para la humanidad...

Regresamos rápido porque Adriana debía llegar como a las 4:30, pero
antes nos comimos unos pollos en un restaurant no tan caro, estaba
sabroso. La dueña tenia evidencias fotográficas de que allí había estado
alguna vez Rocío Durcal comiendo pollo.

Después les sigo contando, no se pierdan el próximo episodio...

Los quiere…


Luis Manuel

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